sábado, 29 de octubre de 2011

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Pegó un portazo y salió de aquella casa que por algunos minutos se estaba convirtiendo infernal. Cogió el sendero y empezó a caminar. Pensando en lo ocurrido, miles de lágrimas inundaban su rostro en señal de impotencia, de tristeza y hasta incluso de miedo... todo era horrible. El aire silbaba fuertemente y las hojas de los árboles volaban alrededor. Tras un rato andando, encontró una piedra donde decidió sentarse...
Como siempre, en el momento oportuno, volvió a aparecer; siempre había sido su gran apoyo y ahí estaba. Nadie como él podía hacerla sentir mejor; cualquier gesto de cariño conseguía hacerla sentir bien. Se sentó a su lado, le apretó la mano y le dijo: -Escúchame bien, nadie, por muy importante que sea, merece que derrames una sola lágrima; es más, quién de verdad te quiere, quién de verdad le importas es aquella persona que lo único que quiere, es verte sonreír. Le soltó la mano, la miró a los ojos y pasó su dedo por el rostro para secarle la última lágrima que se deslizaba mientras una tímida sonrisa aparecía.